El Evangelio del Domingo con el gran San Agustín, San Simeón y Menéndez Pelayo

Ofrecemos el texto del Evangelio que será proclamado este Domingo 22 de noviembre de 2015 en la Liturgia de la Iglesia. Este Domingo celebramos la Solemnidad de «Jesucristo, Rey del universo», solemnidad con la que se clausura el Año Litúrgico. Posteriormente proponemos leer un comentario del gran San Agustín. Después también podemos meditar con una oración de San Simeón «el nuevo teólogo», hermosa oración que también nosotros podemos hacer nuestra. Finalmente, pondremos un poema de Marcelino Menéndez Pelayo, poema que, en realidad, es otra bella oración.

Del Evangelio según San Juan (Jn 18,33b-37)

Tú lo dices: soy rey

Cristo "Pantocrátor". Catedral de Cefalú, Sicilia.

Cristo «Pantocrátor». Catedral de Cefalú, Sicilia.

«En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús:

-“¿Eres tú el rey de los judíos?”

Jesús le contestó:

-“¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

Pilato replicó:

-“¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”

Jesús le contestó:

-“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”.

Pilato le dijo:

-“Conque, ¿tú eres rey?”

Jesús le contestó:

-“Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”».

Palabra del Señor.

Comentario de San Agustín

San Agustín.

San Agustín.

Del gran San Agustín de Hipona (354-430), Obispo y Doctor de la Iglesia, el más grande de los Padres de la Iglesia en Occidente, y uno de los grandes maestros para la vida de fe —sin duda alguna—, traemos aquí un comentario a este texto del Evangelio.

Reino que está en este mundo, sin ser del mundo

«Escuchad, pues, judíos y gentiles […]; oíd todos los reinos de la tierra: “No estorbo vuestro dominio terreno sobre este mundo, pues mi reino no es de este mundo”. No sucumbáis a vanos temores, como fueron los de Herodes el Grande ante la noticia del nacimiento de Cristo, dando muerte a tantos niños para eliminarlo, acuciada su crueldad más por el temor que por la ira. Mi reino —dice— no es de este mundo. ¿Queréis más? Venid al reino que no es de este mundo: venid llenos de fe y no le persigáis llenos de temor. De Dios Padre se dice en una profecía: Yo he sido constituido rey por él sobre Sión su monte santo (Sal 2,6). Pero esa Sión y ese monte santo no son de este mundo.

¿Cuál es su reino, sino los que creen en él, de los que dice: Vosotros no sois del mundo, como yo no soy del mundo? Eso aunque quisiera que permanecieran en el mundo, razón por la que dijo al Padre: No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal (Jn 17,15-16). Por eso no dice aquí: “Mi reino no está en este mundo”, sino no es de este mundo. Y lo prueba con estas palabras: Si mi reino fuese de este mundo, mis siervos lucharían para que fuese entregado a los judíos. No dice: “Pero ahora mi reino no está aquí”, sino no es de aquí. Aquí está su reino hasta el fin del tiempo, entremezclado con la cizaña, hasta la época de la siega, que es el fin del mundo, cuando vengan los segadores, esto es, los ángeles, y recojan todos los escándalos de su reino, cosa que no podría tener lugar, si su reino no estuviese aquí.

Sin embargo, no es de aquí, porque se encuentra como peregrino en el mundo, según él dice a su reino: Vosotros no sois del mundo, sino que yo os he elegido del mundo (Jn 15,19). Del mundo eran cuando no eran aún su reino y pertenecían al príncipe del mundo. Era del mundo todo lo que, aunque creado por el Dios verdadero, fue engendrado por la viciada y condenada estirpe de Adán, y se convirtió en reino, no de este mundo, cuando fue regenerado por Cristo. Por él Dios nos sacó del poder de las tinieblas y nos trasplantó en el reino del Hijo de su amor; de ese reino dice: Mi reino no es de este mundo, o Mi reino no es de aquí».

(San Agustín, Comentario sobre el Evangelio de San Juan, 115,2-3).

Oración de San Simeón «el nuevo teólogo»

San Simeón "el nuevo teólogo" (950-1022).

San Simeón «el nuevo teólogo» (950-1022).

San Simeón (950-1022) es un monje que procede de la tradición ortodoxa. Lleno de ardor, de gran personalidad y radical en su vida ascética, es exponente de la tradición mística bizantina. Por sus escritos ascéticos, espirituales y teológicos, recibió el apelativo de «Nuevo Teólogo», que lo coloca en la estela de los así llamados «teólogos» por antonomasia de la tradición bizantina, que son San Juan Evangelista y San Gregorio Nacianceno.

De San Simeón «el nuevo teólogo» traemos aquí una preciosa oración. Al rezar con ella al Señor, también nosotros podemos hacerla nuestra.

Oh Cristo, sólo te amo a ti

«Tú, oh Cristo, eres el Reino de los Cielos; la tierra prometida a los humildes; tú, los pastos del paraíso, el cenáculo para el banquete divino; tú, la sala de las nupcias inefables, le mesa suntuosamente preparada para todos.

Oh Cristo, no me abandones en medio de este mundo, puesto que sólo te amo a ti, aunque todavía no te he conocido; yo, que estoy completamente a merced de las pasiones; yo, que no te conozco, pues ¿acaso tiene necesidad de los placeres del mundo quien te ha conocido? ¿Quién, que te haya amado, irá en busca de cualquier otro placer? ¿O se sentirá apremiado a ir en busca de cualquier otro amigo?

Dios, creador del universo, que me has dado lo que tengo de bueno, ten benévola compasión de mi pobre alma; concédeme un correcto discernimiento para que me deje atraer por tus bienes eternos y sólo por ellos.

Te amaré con todo el corazón, persiguiendo sólo tu gloria sin preocuparme en absoluto de la gloria de los hombres, a fin de llegar a ser uno contigo ya ahora y después de la muerte, obteniendo así, oh Cristo, reinar contigo, que aceptaste por mi amor la más infamante de las muertes. Entonces seré el mas feliz entre todos los hombres. Amén, así sea, oh Señor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos».

(San Simeón «el nuevo teólogo»).

Poema-oración de Marcelino Menéndez Pelayo

De D. Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912) traemos aquí este hermoso poema que, en realidad, es una bella oración. Ojalá que el anhelo que expresa esta oración sea también el nuestro.

Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912).

Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912).

¿Qué quiero, mi Jesús?

«¿Qué quiero, mi Jesús?: quiero amarte,

quiero cuanto hay en mí del todo darte,

sin tener más placer que el de agradarte,

sin tener más temor que el de perderte.

Quiero olvidarlo todo y conocerte,

quiero dejarlo todo y buscarte,

quiero perderlo todo y hallarte;

quiero ignorarlo todo por saberte.

Quiero amarte, Jesús, quiero abismarme

en ese dulce abismo de tu herida,

y en tus divinas llagas abrasarme.

Quiero, en Aquel que quiero, transformarme,

morir a mí, para vivir tu vida,

perderme en ti, Jesús, y no encontrarme.

Amén».

(Marcelino Menéndez y Pelayo).

Orando