Ofrecemos el texto del Evangelio que será proclamado este Domingo 18 de octubre de 2015 (Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, Ciclo B) en la Liturgia de la Iglesia. Posteriormente proponemos leer dos comentario del gran San Agustín alusivos a esta Palabra del Señor. Y, finalmente, animamos a todos a rezar con una bella oración del Cardenal español Rafael Merry del Val: sus conocidas «Letanías de la humildad».
Del Evangelio según San Marcos (Mc 10,35-45)
El Hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos
«En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
-“Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir”.
Les preguntó:
-“¿Qué queréis que haga por vosotros?”
Contestaron:
-“Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Jesús replicó:
-“No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?”
Contestaron:
-“Lo somos”.
Jesús les dijo:
-“El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado”.
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:
-“Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”».
Palabra del Señor.
Dos comentarios de San Agustín
Del gran San Agustín de Hipona, Obispo y Doctor de la Iglesia, el más grande de los Padres de la Iglesia en Occidente (siglos IV-V), y uno de los grandes maestros para la vida de fe —sin duda alguna—, traemos aquí dos comentarios referentes a esta enseñanza de Jesús.
Beber el cáliz de la humillación.
Donde hay comunión hay consuelo

San Agustín.
«Ya está, aquellos dos discípulos de nuestro Señor, los santos y grandes hermanos Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, como hemos leído en el evangelio, desean del Señor, nuestro Dios, poder sentarse en el Reino uno a su derecha y el otro a su izquierda. Es una gran cosa lo que desean, y no se les reprocha por el deseo, sino que se les llama al orden. En ellos ve el Señor el deseo de las cosas grandes y aprovecha la ocasión para enseñar el camino de la humildad. Los hombres no quieren beber el cáliz de la pasión, el cáliz de la humillación. ¿Desean cosas sublimes? Que amen las humildes. Para ascender a lo alto es preciso, en efecto, partir de lo bajo. Nadie puede construir un edificio elevado si antes no ha puesto abajo los cimientos.
Considerad todas estas cosas, hermanos míos, y partid de aquí, construíos en la fe a partir de aquí, para tomar el camino por el que podréis llegar a donde deseáis […]. Cuanto más altos son los árboles, más profundas son sus raíces, porque todo lo que es alto parte siempre de lo bajo. Tú, hombre, tienes miedo de tener que hacer frente al ultraje de la humillación; sin embargo, es útil para ti beber ese cáliz tan amargo de la pasión. “¿Podéis beber el cáliz de los ultrajes, el cáliz de la hiel, el cáliz del vinagre, el cáliz de las amarguras, el cáliz lleno de veneno, el cáliz de todos los sufrimientos?” Si les hubieras dicho eso, más que animarles les habrías espantado. Ahora bien, donde hay comunión hay consuelo. ¿Qué miedo tienes entonces, siervo? Ese cáliz lo bebe también el Señor».
(San Agustín, Extracto del Sermón 20A).
Donde encuentra el impío motivo para insultar, allí ha de encontrar el piadoso su gloria

San Agustín.
«Escuchaste en el evangelio a los hijos de Zebedeo. Buscaban un lugar privilegiado, al pedir que uno de ellos se sentase a la derecha de tan gran Padre y el otro a la izquierda. Privilegiado, sin duda y muy privilegiado era el lugar que buscaban; pero dado que descuidaban el por dónde, el Señor retrae su atención del adónde querían llegar, para que la detengan en el por dónde han de caminar. ¿Qué les responde a quienes buscaban lugar tan privilegiado? ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? ¿Qué cáliz, sino el de la pasión, el de la humildad, bebiendo el cual y haciendo suya nuestra debilidad dice al Padre: Padre, si es posible pase de mí este cáliz? (Mt 26,39). Poniéndose en lugar de quienes rehusaban beber ese cáliz y buscaban el lugar privilegiado, descuidando el camino de la humildad, dijo: ¿Podéis beber el cáliz que he de beber yo? Buscáis a Cristo glorificado; volveos a él crucificado. Queréis reinar y ser glorificados junto al trono de Cristo; aprended antes a decir: ¡Lejos de mí el gloriarme, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! (Ga 6,14).
Ésta es la doctrina cristiana, el precepto y la recomendación de la humildad: no gloriarse a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues no tiene nada de grande gloriarse en la sabiduría de Cristo, pero sí el hacerlo en la cruz. Donde encuentra el impío motivo para insultar, allí ha de encontrar el piadoso su gloria. Sea idéntico lo que provoca el insulto del soberbio y la gloria del cristiano. No te avergüences de la cruz de Cristo; para eso recibiste su señal en la frente, la sede del pudor, por decirlo así. Piensa en tu frente para no temer la lengua ajena».
(San Agustín, Extracto del Sermón 160).
Oración del Cardenal Merry del Val

Cardenal Rafael Merry del Val (1865-1930).
El Cardenal español Rafael Merry del Val Zulueta fue el Secretario de Estado del Papa San Pío X. Nació el 10 de octubre de 1865 y murió el 26 de febrero de 1930. Hijo del embajador de España en Inglaterra, era un gran músico y deportista, pero, sobre todo, fue un Sacerdote santo. Ordenado Sacerdote con 23 años de edad, y con extraordinarias cualidades intelectuales, dedicó casi toda su vida al servicio diplomático de la Santa Sede. A sus 35 años de edad fue nombrado, por el Papa León XIII, Arzobispo y Presidente de la Academia Pontificia Eclesiástica. Y teniendo 38 años fue nombrado, por el Papa San Pío X, Cardenal y Secretario de Estado, cargo que ocupó durante toda la etapa de pontificado del Papa Sarto (desde 1903 hasta 1914). Con todo, y a pesar del mucho trabajo derivado de sus responsabilidades, visitaba todas las tardes el Trastévere, famoso barrio donde, en aquella época, vivía la gente más humilde y más pobre de Roma; y allí les ayudaba, evangelizaba y, sobre todo, se preocupaba por proporcionar un futuro a los jóvenes de las familias más humildes. A su muerte, donó todos sus bienes a la Congregación romana entonces llamada “De Propaganda Fide”, encargada de las misiones, para ayudar a las misiones más pobres. Su lema, o lo que él mismo calificó como «la aspiración de toda mi vida», era «Da mihi animas, coetera tolle» («Dame almas, y quítame lo demás»), lo que reflejaba su alma profundamente apostólica. Fue cofundador del «Pontificio Colegio Español de San José» en Roma, junto con el Beato Manuel Domingo y Sol. Finalmente, quiso ser enterrado al lado del que llamaba “su Papa”, y así se lo concedieron: está sepultado en la cripta de la Basílica de San Pedro del Vaticano (donde sólo reciben sepultura los Papas), junto a la que fue la tumba de San Pío X. Actualmente, está en proceso de beatificación.
Del Cardenal español Merry del Val traemos aquí su famosa oración «Letanías de la humildad». El autor de estas impresionantes Letanías es él mismo, y las rezaba diariamente al terminar de celebrar la Misa. Pidamos al Señor el don de rezarlas con verdad.
«Letanías de la humildad»
«¡Oh Jesús!, manso y humilde de corazón,
Óyeme.
Del deseo de ser estimado,
Líbrame, Jesús.
Del deseo de ser amado,
Líbrame, Jesús.
Del deseo de ser ensalzado,
Líbrame, Jesús.
Del deseo de ser honrado,
Líbrame, Jesús.
Del deseo de ser alabado,
Líbrame, Jesús.
Del deseo de ser preferido a otros,
Líbrame, Jesús.
Del deseo de ser consultado,
Líbrame, Jesús.
Del deseo de tener aceptación,
Líbrame, Jesús.
Del temor de ser humillado,
Líbrame, Jesús.
Del temor de ser despreciado,
Líbrame, Jesús.
Del temor de recibir repulsas,
Líbrame, Jesús.
Del temor de ser calumniado,
Líbrame, Jesús.
Del temor de ser olvidado,
Líbrame, Jesús.
Del temor de ser ridiculizado,
Líbrame, Jesús.
Del temor de ser injuriado,
Líbrame, Jesús.
Del temor de ser considerado sospechoso,
Líbrame, Jesús.
Que los otros sean más amados que yo,
Jesús, concédeme la gracia de desearlo.
Que los otros sean más estimados que yo,
Jesús, concédeme la gracia de desearlo.
Que los otros puedan crecer en la opinión del mundo y yo me eclipse,
Jesús, concédeme la gracia de desearlo.
Que los otros puedan ser empleados en cargos y yo postergado,
Jesús, concédeme la gracia de desearlo.
Que los otros puedan ser alabados y yo olvidado,
Jesús, concédeme la gracia de desearlo.
Que los otros puedan ser preferidos a mí en todas las cosas,
Jesús, concédeme la gracia de desearlo.
Que los otros puedan ser más santos que yo, con tal que yo sea todo lo santo que pueda,
Jesús, concédeme la gracia de desearlo».
Oración:
¡Oh Jesús!, que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo.
Amén.
(Cardenal Rafael Merry del Val, siglos XIX-XX).