Ofrecemos el texto del Evangelio que será proclamado este Domingo 6 de septiembre de 2015 (Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, Ciclo B) en la Liturgia de la Iglesia. A continuación ponemos un breve y hermoso comentario de San Beda el Venerable.
Del Evangelio según San Marcos (Mc 7,31-37)
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
«En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
-“Effetá”.
(Esto es: “Ábrete”).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían:
-“Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”».
Comentario de San Beda el Venerable

«San Beda el Venerable traduciendo el Evangelio de San Juan» (James Doyle Penrose, 1.902).
San Beda el Venerable, Monje benedictino en Inglaterra entre los siglos VII-VIII (concretamente, nació en el año 672 y murió en el año 735), también es «Doctor de la Iglesia», y es Patrono de los Historiadores. El Papa Francisco eligió la siguiente frase de una de las homilías de San Beda como divisa para su escudo: «Miserando atque eligendo» («Lo miró con misericordia y lo eligió»). De San Beda el Venerable ponemos, pues, a continuación, un breve comentario alusivo a este texto del Evangelio, hermoso comentario y muy práctico para la vida espiritual.
No se retrasa la misericordia del médico celestial si no vacila la súplica de los que oran
«El sordomudo que fue curado de manera admirable por el Señor simboliza a todos aquellos hombres que, por gracia divina, merecen ser liberados del pecado provocado por el engaño del diablo. En efecto, el hombre se volvió sordo a la escucha de la Palabra de vida después de que, hinchado de soberbia, escuchó las palabras mortales de la serpiente dirigidas contra Dios; se volvió mudo para el canto de las alabanzas del Creador desde que se preció de hablar con el seductor.
Dado que el sordomudo no podía ni reconocer ni orar al Salvador, sus amigos le condujeron al Señor y le suplicaron por su salvación. Así debemos conducirnos en la curación espiritual: si alguien no puede ser convertido por la obra de los hombres para la escucha y la profesión de la verdad, que sea llevado ante la presencia de la piedad divina y se pida la ayuda de la mano divina para salvarle. No se retrasa la misericordia del médico celestial si no vacila ni disminuye la intensa súplica de los que oran».
San Beda el Venerable (siglos VII-VIII).