El Evangelio del Domingo con el Concilio Vaticano II

Ofrecemos el texto del Evangelio que será proclamado este Domingo 19 de julio de 2015 (Domingo XVI del Tiempo Ordinario, Ciclo B) en la Liturgia de la Iglesia. A continuación ponemos un texto importante del Concilio Vaticano II relacionado con este texto del Evangelio.

Del Evangelio según San Marcos (Mc 6,30-34)

Andaban como ovejas sin pastor

Jesús.Multiplicación«En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:

-“Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”.

Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.

Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma».

Concilio Vaticano II

Atención necesaria a las vocaciones sacerdotales

A continuación traemos un texto importante del Concilio Vaticano II (celebrado entre 1962-1965) relacionado con este texto del Evangelio. Aquí se señala la importancia de fomentar las vocaciones al sacerdocio entre los niños y los jóvenes. Y que esta misión corresponde al entero Pueblo de Dios: obispos, sacerdotes, padres y madres de familia, educadores, etc. En primer lugar, es de vital importancia la oración, pidiendo al Señor que envíe obreros a su mies, para que jamás haya entre su grey ovejas sin pastor. Y, en segundo lugar, es también de máxima importancia la educación en la fe de los niños y los jóvenes: en las familias, en las parroquias, en los centros educativos…; una educación en la fe que ha de contemplar la posibilidad y la propuesta de entregar la vida al Señor y a los demás siendo sacerdotes, para que, si el Señor les llama, esté el “terreno abonado” y preparado para poder acoger esta llamada al sacerdocio con libertad y alegría plenas. Escuchemos, no obstante, la voz del Concilio:

Concilio Vaticano II (1962-1965).

Concilio Vaticano II (1962-1965).

«El Pastor y Obispo de nuestras almas [Cristo], de tal manera constituyó su Iglesia, que el pueblo que eligió y adquirió con su sangre debía tener sus sacerdotes, siempre y hasta el fin del mundo, para que los cristianos no estuvieran nunca como ovejas sin pastor. Los Apóstoles, conociendo este deseo de Cristo, por inspiración del Espíritu Santo, consideraron deber suyo elegir ministros que fueran capaces de enseñar también a otros (2 Tm 2,2). Este deber pertenece, en efecto, a la misión sacerdotal misma por la que el presbítero participa de la preocupación de toda la Iglesia, para que el Pueblo de Dios no carezca nunca de obreros aquí en la tierra. Pero “el piloto de la nave y los viajeros tienen un objetivo común”. Por eso hay que enseñar a todo el pueblo cristiano que tiene el deber de colaborar de diversas maneras, con la oración perseverante y con otros medios disponibles, para que la Iglesia tenga siempre los sacerdotes que necesita para realizar su misión divina. Ante todo, pues, los presbíteros han de llevar muy en el corazón el presentar a los fieles la excelencia y la necesidad del sacerdocio. Lo harán con el ministerio de la palabra y con el testimonio personal de una vida que claramente irradie alegría pascual y espíritu de servicio. A los jóvenes o adultos que prudentemente consideren aptos para tan gran ministerio han de ayudarles, sin escatimar preocupaciones ni molestias, para que se preparen adecuadamente, y algún día, por tanto, el Obispo pueda llamarlos, respetando su plena libertad exterior e interior. Para conseguir este fin, es muy útil una dirección espiritual cuidada y prudente. Los padres, maestros y todos los que de alguna manera se dedican a la formación de los niños y de los jóvenes, han de educarlos de tal manera que, conociendo la preocupación del Señor por su rebaño y considerando las necesidades de la Iglesia, estén dispuestos a responder generosamente a la llamada del Señor como el profeta: Aquí estoy, envíame (Is 6,8). De ninguna manera, sin embargo, se debe esperar que la voz del Señor, al llamar, tenga que llegar a los oídos del futuro presbítero de forma extraordinaria. En efecto, hay más bien que conocerla y discernirla a partir de los signos con los que Dios muestra cada día su voluntad a los cristianos. Los presbíteros deben considerar atentamente esos signos.

A los presbíteros, por tanto, se les recomienda vivamente trabajar por las vocaciones en la diócesis o en la nación. Es necesario presentar claramente en la predicación, en la catequesis, en la prensa, las necesidades de la Iglesia local y universal y destacar el sentido y la importancia del ministerio sacerdotal. En él, en efecto, se dan cita grandes trabajos y alegrías, y sobre todo, como enseñan los Padres, se puede dar a Cristo la mayor prueba de amor».

(Concilio Vaticano II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros «Presbyterorum Ordinis», n. 11).