Hoy, día 24 de junio, celebramos la Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista. Es el único Santo del que, en la Liturgia, se celebra su nacimiento. Habitualmente la fiesta de los santos se celebra el día de su tránsito a la Vida eterna. Sin embargo, y exceptuando —claro está— los casos del Señor y de la Santísima Virgen María, sólo del Bautista se celebran dos fiestas en el año litúrgico: su natividad (24 de junio) y su martirio (29 de agosto). La razón de esto reside en la importancia que tiene en la Historia de la Salvación: San Juan es el Precursor del Señor.

Cuadro de «San Juan Bautista». Iglesia parroquial de San Nicolás de Murcia. (Pulsando en la imagen se puede ver ampliada).
Hijo de Zacarías e Isabel, nació en las montañas de Judea, cuando su madre era anciana y estéril desde joven. Su nacimiento, seis meses antes del de Cristo, «fue motivo de alegría para muchos» (cf. Lc 1,14). Vivió en el desierto. Y en la hora señalada por Dios comenzó a predicar un bautismo de conversión y de penitencia, anunciando la llegada inminente de Alguien mucho mayor que él, y de quien no se consideraba digno de agacharse para desatarle la correa de sus sandalias. Aunque al principio se niega y no se considera digno de hacerlo, bautiza a Jesús cuando se acercó al río Jordán y así se le mandó que lo hiciera. Allí vio descender sobre Jesús al Espíritu Santo en forma de paloma y escuchó la voz del Padre dando testimonio de su Hijo. Posteriormente, Juan señala a Jesús y dice de Él: «Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Algunos de sus discípulos se convierten en los primeros discípulos de Jesús.
Por su fidelidad a la Palabra y a los mandamientos de Dios, y por su fidelidad a su misión profética, anunció la inminencia de la salvación y denunció males y pecados, sin doblegarse ante nadie. Esto le granjeó tanto el respeto y admiración del pueblo judío, que lo consideraba un profeta y un hombre de Dios, como también el miedo y la enemistad de otros. Finalmente, arrestado y encarcelado en la fortaleza de Maqueronte por orden del rey, y ante la petición de la hija de Herodías, el rey Herodes mandó que le cortaran la cabeza, y sus discípulos enterraron su cuerpo.
Juan dice de sí mismo: «Yo soy “la voz que clama en el desierto: Allanad el camino del Señor” (como dijo el Profeta Isaías)» (Jn 1,23). Su figura austera, pobre y penitente no ha perdido un ápice de actualidad. Juan es la viva imagen de la autenticidad, así como de la coherencia con lo que predica. Viva imagen de la fidelidad absoluta a la Palabra de Dios y a la Voluntad del Altísimo sobre él. De él dijo el Señor: «Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista» (Mt 11,11).
San Juan Bautista visto por San Agustín
Prestamos nuestra voz al gran San Agustín, quien, con su fina inteligencia, explica mejor que nadie la figura del Bautista, estableciendo un paralelismo entre su nacimiento y el del Señor:
«La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de tener su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo y sacar provecho de él.

Cuadro del «Bautismo del Señor», con San Juan Bautista (Almela Costa, siglo XX). Iglesia parroquial de San Nicolás de Murcia. (En la «Galería de fotos» de esta página web se puede ver mejor).
Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquél que habla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquél que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquél que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.
Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La Ley y los profetas llegaron hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aún antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.
Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquél a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquél que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: ¿Tú quién eres? Y él respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio».
(San Agustín, siglos IV-V, extracto del Sermón 293. Aparece en el «Oficio de Lectura» de la Liturgia de las Horas de la Solemnidad de hoy).

Bella imagen sagrada de «San Juan Bautista Niño». Iglesia parroquial de San Nicolás de Murcia. (Pulsando en la imagen se puede ver ampliada).
Finalmente, felicitamos cordialmente a todos los feligreses, amigos y lectores de esta página web que llevan el nombre de Juan y de Juana: ¡Felicidades, queridos amigos! Que tengáis un magnifico día de vuestro Santo junto a vuestra familia. A ellos y a todos invitamos a rezar a San Juan Bautista con este hermoso Himno litúrgico:
«Pastor que, sin ser pastor,
al buen Cordero nos muestras,
precursor que, sin ser luz,
nos dices por dónde llega,
enséñanos a enseñar
la fe desde la pobreza.
Tú que traes un bautismo
que es poco más que apariencia
y al que el Cordero más puro
baja buscando pureza,
enséñame a difundir
amor desde mi tibieza.
Tú que sientes como yo
que la ignorancia no llega
ni a conocer al Señor
ni a desatar sus correas,
enséñame a propagar
la fe desde mi torpeza.
Tú que sabes que no fuiste
la Palabra verdadera
y que sólo eras la voz
que en el desierto vocea,
enséñame, Juan, a ser
profeta sin ser profeta. Amén».
(Himno litúrgico del «Oficio de Lectura» de la Liturgia de las Horas de la Solemnidad de hoy).