El Evangelio del Domingo con el Concilio Vaticano II

Ofrecemos el texto del Evangelio que será proclamado este Domingo 14 de junio de 2015 (Domingo XI del Tiempo Ordinario, Ciclo B) en la Liturgia de la Iglesia. Y, a continuación, proponemos la lectura de un texto importante del Concilio Vaticano II (celebrado entre los años 1.962-1.965), en el que, haciendo referencia a este texto del Evangelio, enseña la relación que existe entre el Reino de Dios y la Iglesia.

Del Evangelio según San Marcos (Mc 4,26-34):

Era la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas.

Parábola.Grano de mostaza«En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

-«El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Dijo también:

-«¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas».

Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado».

Concilio Vaticano II

El Reino de Dios y el misterio de la Iglesia

Concilio Vaticano II (1.962-1.965).

Concilio Vaticano II (1.962-1.965).

«El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. En efecto, el Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras: Se ha cumplido el plazo y ha llegado el Reino de Dios (Mc 1,15; cf. Mt 4,17). Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo. En efecto, la palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo (cf. Mc 4,14): los que la escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo (cf. Lc 12,32) han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (cf. Mc 4,26-29). También los milagros demuestran que el Reino de Jesús ha llegado ya a la tierra: Si echo los demonios con el poder de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado ya a vosotros (Lc 11,20; cf. Mt 12,28). Pero, ante todo, el Reino se manifiesta en la propia persona de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, que vino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Mc 10,45).

Pero Jesús, después de sufrir la muerte de cruz por los hombres y de resucitar, apareció constituido Señor, Cristo y Sacerdote para siempre (cf. Hch 2,36; Hb 5,6; 7,17-21) y derramó sobre sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre (cf. Hch 2,33). Por eso la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra. Mientras va creciendo poco a poco, anhela la plena realización del Reino y espera y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria».

(Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen gentium», n. 5).