Este Domingo 31 de mayo de 2015 celebramos, en la Liturgia de la Iglesia, la Solemnidad de la Santísima Trinidad, ¡nada menos que el mismísimo misterio de Dios! Tal como Cristo lo ha revelado, Dios es uno y único y, a la vez, Trino en Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Misterio de Dios que es Amor. Misterio de Dios revelado para nuestra salvación. Misterio adorable de la Santísima Trinidad.

Cuadro de la «Santísima Trinidad» (siglo XVII). Iglesia parroquial de San Nicolás de Murcia. (Pinchando en la imagen se puede ver ampliada).
Traemos aquí una famosa oración cuya autora es Sor Isabel de la Trinidad, Monja Carmelita a la que, con tan sólo 26 años de vida en la tierra (1.880-1.906), Dios le concedió penetrar en su misterio divino con una profundidad espiritual inusitada. Y profundidad y belleza espirituales son las que derrocha esta «Elevación a la Trinidad», oración con la que invitamos a todos a rezar a Dios Trinidad de Amor. Sor Isabel de la Trinidad fue Beatificada por el Papa San Juan Pablo II en el año 1.984.
Traemos también aquí una foto del famoso cuadro de la «Santísima Trinidad» de nuestra iglesia parroquial de San Nicolás de Murcia (se puede ver mejor en la «Galería de fotos» de esta página web). Un cuadro extraordinario del siglo XVII, espléndido y bellísimo en el arte de la pintura, impresionante y admirable en cuanto a la síntesis teológica que contiene respecto al misterio adorable de la Santísima Trinidad. No dejen de admirarlo…
A continuación la oración de Sor Isabel de la Trinidad:
«¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro!, ayúdame a olvidarme de mí por completo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si ya mi alma estuviera en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz ni hacerme salir de ti, ¡oh mi inmutable!, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu misterio. Pacifica mi alma, haz en ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo; que yo no te deje en ella nunca a solas; que yo esté allí enteramente, completamente despierta en mi fe, toda adoración, completamente entregada a tu acción creadora.
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor!, yo quisiera ser una esposa para tu corazón; quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte… hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia y te pido que me revistas de ti mismo, que identifiques mi alma con todos los movimientos de tu alma, que me sumerjas, que me invadas, que me sustituyas, a fin de que mi vida no sea más que una irradiación de tu vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh Verbo eterno, Palabra de Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero convertirme totalmente en deseo de saber para aprender todo de ti; y después, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijarte siempre y permanecer bajo tu gran luz; ¡oh mi Astro amado!, fascíname para que ya no pueda salir de tu esplendor.
¡Oh Fuego que consume, Espíritu de amor!, ven a mí a fin de que se produzca en mi alma como una encarnación del Verbo; que yo le sea una humanidad añadida en la que él renueve todo su misterio. ¡Y Tú, Padre!, inclínate sobre tu pobre y pequeña criatura, cúbrela con tu sombra, no veas en ella más que al Bienamado en el que has puesto todas tus complacencias.
¡Oh mis “Tres”, mi Todo, mi Beatitud, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo!, yo me entrego a ti como una presa, sumérgete en mí para que yo me sumerja en ti, esperando ir a contemplar en tu luz el abismo de tu grandeza».
(Beata Sor Isabel de la Trinidad, siglos XIX-XX).
Sor Isabel, que toda su vida quiso ser una «alabanza de gloria de la Santísima Trinidad», cuando, el 9 de noviembre de 1.906, dejaba esta vida a la edad de 26 años, dijo casi murmurando a sus hermanas de comunidad —sus últimas palabas—: «Voy a la Luz, a la Vida, al Amor».