El Evangelio del Domingo con San Agustín y el Cardenal Newman

Ofrecemos aquí el texto del Evangelio de este Domingo en el que celebramos la Solemnidad de «la Ascensión del Señor» (17 de mayo de 2015). Y, a continuación, ofrecemos un comentario de San Agustín y otro del Beato Cardenal John Henry Newman.

Del Santo Evangelio según San Marcos (Mc 16,15-20).

Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

"Ascensión del Señor". Giotto (siglos XIII-XIV).

«Ascensión del Señor». Giotto (siglos XIII-XIV).

«En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once, y les dijo:

-“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.

A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”.

El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban».

Comentario de San Agustín

A continuación, un comentario del gran San Agustín (siglos IV-V), Obispo, y uno de los grandes Padres de la Iglesia en Occidente.

Si te fijas en el espacio está lejos; pero si te fijas en el amor está con nosotros.

«Hoy celebramos la Ascensión del Señor al cielo. No escuchemos en vano las palabras: “Levantemos el corazón”, y subamos con él, con corazón íntegro, según lo que enseña el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba donde está sentado Cristo a la derecha del Padre; gustad las cosas de arriba, no las de la tierra (Col 3,1-2). La necesidad de obrar seguirá en la tierra; pero el deseo de la ascensión ha de estar en el cielo. Aquí la esperanza, allí la realidad. Cuando tengamos la realidad allí, no habrá esperanza ni aquí ni allí; no porque la esperanza carezca de sentido, sino porque dejará de existir ante la presencia de la realidad […].

San Agustín.

San Agustín.

Prestad atención a los mismos asuntos humanos y considerad que si alguien espera tomar mujer es porque aún no la tiene. Pues si la tiene, ¿qué espera? Se casa efectivamente con la mujer con la que esperaba hacerlo y no esperará ya más tal cosa. La esperanza llega a su término felizmente, cuando se hace presente la realidad. Todo peregrino espera llegar a su patria; hasta que no se vea en ella, seguirá esperándolo; más una vez que haya llegado, dejará de esperarlo. A la esperanza le sucede la realidad. La esperanza llega felizmente a su término cuando se posee lo que se esperaba. Por tanto, amadísimos, acabáis de oír la invitación a levantar el corazón; al mismo corazón se debe el que pensemos en la vida futura. Vivamos santamente aquí para vivir allí.

Ved cuán grande fue la condescendencia de nuestro Señor. Quien nos hizo descendió hasta nosotros, puesto que habíamos caído de él. Mas, para venir a nosotros, él no cayó, sino que descendió. Por tanto, si descendió hasta nosotros, nos elevó. Nuestra Cabeza nos ha elevado ya en su cuerpo; adonde está él le siguen también los miembros, puesto que adonde se ha dirigido antes la Cabeza han de seguirle también los miembros. Él es la Cabeza, nosotros los miembros. Él está en el cielo, nosotros en la tierra. ¿Tan lejos está de nosotros? De ningún modo. Si te fijas en el espacio está lejos; si te fijas en el amor está con nosotros.

En efecto, si él no estuviese con nosotros, no hubiese dicho en el Evangelio: Ved que estoy con vosotros hasta la consumación del mundo (Mt 28,28). Si él no está con nosotros mentimos cuando decimos: “El Señor esté con vosotros”. Tampoco hubiese gritado desde el cielo cuando Saulo perseguía, no a él, sino a sus santos, a sus siervos, o, para usar un término más familiar, a sus miembros: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hch 9,4). He aquí que yo estoy en el cielo y tú en la tierra y entre los perseguidores. ¿Por qué dices me? Porque persigues a mis miembros, mediante los cuales, yo estoy aquí. En efecto, si se pisa a alguien el pie, no se calla la lengua. Así, pues, aquel por quien fue hecho el cielo y la tierra descendió a la tierra por aquel que hizo de la tierra y elevó a la tierra de aquí al cielo. Esperemos, por tanto, para el final lo que ya nos ha anticipado él. Él nos dará lo prometido; tenemos esa certeza porque nos dejó una garantía. Escribió el Evangelio; nos dará lo prometido. Más es lo que nos ha dado ya. ¿Acaso vamos a pensar que no nos dará la vida futura quien ya nos dio su muerte?… Caminemos confiados hacia esa esperanza porque es veraz quien ha hecho la promesa; pero vivamos de tal manera que podamos decirle con la frente bien alta: “Cumplimos lo que nos mandaste, danos lo que nos prometiste”».

(San Agustín, Sermón 395).

Comentario del Cardenal Newman

Y aquí un comentario del Cardenal inglés Beato John Henry Newman (siglo XIX). Sacerdote anglicano, uno de los grandes intelectuales en Oxford, convertido a la Iglesia Católica, creado Cardenal por el Papa León XIII, Beatificado por el Papa Benedicto XVI en 2010.

Demostrad que pertenecéis a Cristo,

ya que vuestro corazón ha resucitado con él.

Beato John Henry Newman, Cardenal.

Beato John Henry Newman, Cardenal.

«Comenzad ya ahora, en este tiempo de Pascua, vuestra resurrección con Cristo. ¡Mirad cómo os tiende la mano! ¡Resucitad con él! Salid del sepulcro del viejo Adán, abandonad vuestras preocupaciones, las envidias, las inquietudes, las ambiciones del mundo, la ligereza, el egoísmo, la indolencia, la vanidad y los delirios de grandeza. Esforzaos desde ahora en hacer lo que os parece difícil, pero que no debéis descuidar: velad, orad y meditad.

Dejad ver que vuestro corazón, vuestras aspiraciones y toda vuestra vida están con vuestro Dios. Reservad cada día un poco de tiempo para ir a su encuentro. No os digo que dejéis el mundo ni que abandonéis los deberes que tenéis aquí en la tierra, sino que seáis dueños de vuestro tiempo. No dediquéis horas enteras al ocio o a la vida de sociedad. No oréis únicamente cuando os encontréis cansados y a punto de ir a dormir; no os olvidéis completamente de alabar a Dios o de interceder por el mundo y por la Iglesia. Comportaos según las palabras de la Escritura: Buscad los bienes de allá arriba. Demostrad que pertenecéis a Cristo, ya que vuestro corazón ha resucitado con él y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios».

(Beato Cardenal John Henry Newman, Sermones parroquiales, VI, 15).